Si La Suerte Nos Acompaña (There But For Fortune)

Vuelvo a mis orígenes tratando de narrar las experiencias y las primeras impresiones que tuve descubriendo a cantantes folk como Joan Baez, Bob Dylan, Tom Paxton, Gordon Lightfoot y Phil Ochs. No puedo recordar ahora cómo llegó a mis manos el álbum de Joan Baez titulado “Farewell Angelina”. La foto en ByN de la portada mostraba una imagen seductora de una mujer joven con una especie de expresión suplicante en su rostro y una mirada penetrante. Llevaba un impermeable de plástico, por lo que se podría deducir que la foto fue tomada en un día lluvioso (Más tarde en 2007 pude determinar que la instantánea se realizó en el Newport Folk Festival, el 24 de julio de 1965, durante el encuentro de mediodía dedicado a la Canción Contemporánea).

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Yo era sólo un niño entonces, de unos 14 años aproximadamente, pero tal vez ya consciente de las cosas que importan. No es extraño que tantas cosas en el mencionado álbum llamasen mi atención. La primera cuestión intrigante que percibí era que cuatro de las más bellas canciones del disco se atribuían al mismo autor, un tal B. Dylan. Por supuesto que nunca había oído hablar de él antes y tenía curiosidad por saber quién podría ser y que más había hecho hasta entonces. Pensaba que era un compositor de edad, un cantante popular tradicional de los años 30. Me sorprendió que sólo fuese un joven de alrededor de 20 años cuando “The Freewheelin’ Bob Dylan” llegó a mis manos algo más tarde. Pronto llegué a interesarme más en este tipo de música, buscando todo lo relacionado con Joan Baez y los artistas mencionados en la contraportada de ese álbum. El siguiente paso fue adquirir otro LP de la llamada ‘Reina del Folk’. El disco era una publicación de Hispavox titulada “Lo Mejor de Joan Baez (Best of Joan Baez)” que incluía “It Ain’t Me Babe”, una canción más compuesta por Bob Dylan. Las notas de contraportada de Langstone Hughes se refieren al mencionado compositor como uno de los trovadores contemporáneos de mayor talento. Sin embargo, lo más interesante acerca de este álbum, la experiencia acústica más reveladora a lo largo de todo el LP, fue el descubrimiento de una nueva canción de otro artista desconocido, anotado como P. Ochs en la contraportada. Era la primera pista de la cara B y era tan bella que uno no podía evitar detener el tocadiscos una vez acabada, tratar de depositar la aguja una vez más en el microsurco al principio de la primera pista y escucharla de nuevo una y otra vez. El nombre de la canción era “There But For Fortune (Si La Suerte Nos Acompaña)”. Las notas de contraportada, curiosamente, ni siquiera mencionaban esa canción, ni el origen, ni tampoco nada sobre el compositor.

Un día, uno de mis mejores amigos vino a decirme que tenía invitaciones para asistir en directo a la emisión de ‘”Caravana” de Ángel Álvarez’, el famoso programa de radio de uno de los mejores DJ’s en España, probablemente el mejor de su tiempo. Mi amigo tenía sólo 3 entradas gratis por lo que sólo 3 de nosotros entre los compañeros habituales, incluido él mismo, tuvimos la oportunidad y la inclinación de asistir al programa en los estudios de la cadena SER. Así que acordamos la cita para el día en cuestión y quedamos lo antes posible aquella mañana para no perdernos el espectáculo. Fue una mañana llena de acontecimientos. Ángel Álvarez, cuya profesión verdadera era la de operador de radio en los vuelos de Iberia, aprovechaba sus viajes a Nueva York, para traernos esas magníficas joyas musicales, nuevos sonidos que hicieron que el país despertase y cambiase el ritmo de nuestra nación. Nos sentamos en una de las primeras filas. El espectáculo comenzó y allí estaba él, con un LP en sus manos y una voz suave y profunda, como algodón de azúcar en día de tormenta, anunciando que iba a poner para nosotros, por primera vez en nuestro país, una única pista de un destacable álbum de Phil Ochs, el insigne cantante folk asociado al panorama musical en el Greenwich Village. Se advirtió a los asistentes que muchos de nosotros entre el público ya conoceríamos la canción en la versión de Joan Baez, pero la intensa versión interpretada por el propio compositor probablemente resultaría impactante incluso para aquellos oyentes que ya la conociesen previamente en la voz de Joan Baez. Puso con cuidado el disco en el plato giratorio y dejó caer la aguja sobre el surco. Escucharlo fue una revelación. Tuvimos la sensación de que algo estaba pasando y como almas recién nacidas nos sentimos conmovidos por la profundidad de la interpretación de Ochs. La pieza tenía un significado emocional para mis amigos y para mí y creaba un lazo de simpatía entre nosotros y el hombre que la escribió, el mismo tipo lleno de sentimiento que cantaba para nosotros a través de los altavoces del equipo de radio.

Nuestros primeros pensamientos, en el mismísimo momento en que la voz de Ochs comenzó a envolvernos, fueron acerca del privilegio de estar allí, ser los elegidos a los que se les permitía escuchar semejante gema, y, de inmediato, lo siguiente fue pensar en qué otra cosa podríamos descubrir sobre él.

Era difícil en aquél tiempo encontrar información sobre cantantes protesta o artistas que luchaban a favor de los derechos civiles, pero nos las arreglamos para conseguir aprender algo sobre el trabajo de Phil Ochs y los hechos con él relacionados.

Solía moverse entre la misma gente que Bob Dylan frecuentaba entonces, actuando ambos en el Village, en locales como el Gerde’s Folk City, el Gaslight y otros clubs de la misma zona. Pronto se convirtieron en buenos amigos, a pesar de que más tarde también tuvieron algún malentendido, con algún desagradable incidente, y decepciones mutuas en ocasiones. Incluso sentían una cierta rivalidad. Se ha dicho que en un momento Phil Ochs podría haberse sentido molesto por el éxito y la fortuna que Dylan y otros habían obtenido. Ahora tenemos razones para creer que era un ser con el alma herida, dividido entre la honestidad, la devoción por la verdad o por cualquier causa altruista y la avidez por la fama y el reconocimiento.

De todos modos, las comparaciones entre ellos eran inevitables en la década de los 60. Incluso si Phil Ochs en ocasiones podría resultar en desventaja en ese enfrentamiento, el hecho es que en realidad era la verdadera voz de la protesta de una generación joven. Mientras Bob Dylan era un poeta capaz de abrir nuestras mentes a un mundo diferente, mirándolo con ojos nuevos para encontrar una verdad filosófica, Phil Ochs era más un periodista, pero uno que nos proporcionaría la consciencia del devenir de los acontecimientos con una rabia, una voluntad y una pasión urgentes. En realidad, Ochs era también un juglar. Su obra esclarece lo que está mal en el mundo y la forma en que nosotros podríamos contribuir a hacerlo mejor.

Por lo que sabemos el cantante / compositor de El Paso fue un letrista de talento con un sardónico sentido del humor y una insistente voz deseando ser escuchada, como Jac Holzman, fundador de Elektra Records, dijo una vez. Las principales virtudes de Ochs como intérprete eran un fantástico sentido del ritmo, un vibrante “picking” de guitarra  y una potente voz de timbre diáfano especialmente inquietante. Su profunda pasión que él canalizaba a través de la pulcritud, el ingenio y la convicción, siempre podía trascender sus habilidades técnicas y vocales, sin embargo.

La publicación de “Another Side Of Bob Dylan” significó un paso adelante en una dirección diferente para el músico de Minnesota. Dylan deja de lado sus convicciones respecto a la lucha por los derechos civiles y se vuelve más íntimo, surrealista y preocupado por los problemas del alma. Phil Ochs, en cambio, se mantiene fiel a sus creencias, la defensa de sus ideales, convirtiéndose en la voz de los oprimidos. El asesinato de tres trabajadores implicados en la lucha por  los derechos civiles en 1964 inspiró una de las más airadas baladas de Phil Ochs, “Here’s To the State of Mississippi”. A medida que la guerra de Vietnam hacía estragos se dedicó ardientemente a su activismo político, escribiendo himnos generacionales como “I’m Not Marching Anymore” y protestando y liderando a las masas en manifestaciones contra la guerra.

También tenía un agudo instinto musical para crear baladas introspectivas que ya forman parte de nuestra memoria colectiva, sobre todo la muy elogiada “Changes”, y la inquietante “When I’m Gone”, que, lejos de establecer sus últimas voluntades, mantenía el compromiso de aprovechar el tiempo que le quedaba, como si ya supiese que no iba a durar mucho. Pero las cosas cambiaron de repente. La decisión de Dylan de consagrarse al rock electrificado y el éxito de la Psicodelia liderada por los Beatles probablemente causaron algún impacto negativo en él. Sea lo que fuese lo que pasó, parece que había llegado a un punto de inflexión. Tal vez estaba desilusionado a causa de la falta de un gran éxito; Un éxito que se le negaba a él y que otros cantantes de su generación estaban disfrutando. Sus nuevos lanzamientos incluían composiciones de una gran belleza lírica, como “The Flower Lady” y la melancólica “The Pleasures of the Harbor”, según los informes, inspirada en la película de John Wayne “The Long Voyage Home”, pero los arreglos excesivamente orquestados eran descoloridos y resultaron obsoletos.

Años después del descubrimiento por nuestra parte de su arte interpretativo, uno de mis hermanos compró en los EE.UU. un álbum de Ochs titulado “Rehearsals For Retirement”, que me encantó desde el principio, especialmente la canción que daba título al disco. Esa pista en concreto contenía una sincera declaración de intenciones, un manifiesto contra la sociedad de consumo con la voluntad de dejar este mundo en el que alguien como él parecía no encajar. No sé por qué pensé que el álbum era una edición póstuma, publicada después de su muerte. Tal vez me llevó a engaño la tumba de Phil Ochs retratada en la portada. Mi confusión se vio reforzada por el réquiem del tema que da título al álbum, una conmovedora melodía de letra pesimista acerca del final que se avecina. Sin embargo, el “cantante de actualidad”, como le gustaba llamarse a sí mismo, murió por su propia mano en 1976, aunque el LP fue lanzado en 1969. Parece que la razón por la cual eligió esta cubierta fue su decepción debido a los acontecimientos que tuvieron lugar en el “Festival of Life” de los Yippies, una de las muchas manifestaciones celebradas al margen de la convención demócrata, en la que él era uno de los organizadores. Eso ocurrió en Chicago en 1968. Quedó atrapado en medio del rifi-rafe en el enfrentamiento entre manifestantes pacíficos y la desproporcionada carga de una brigada de la policía, un choque que derivó en un gran lío de abundantes balas, gases lacrimógenos y porrazos. Muchas personas fueron detenidas, Phil Ochs entre ellos. Para alguien tan sensible como Phil aquello supuso una experiencia devastadora que le llevó a utilizar en la portada de su siguiente disco la imagen de una lápida grabada con su nombre dando testimonio de su muerte ocurrida en Chicago en 1968.

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Phil Ochs

Conmocionado por los asesinatos de Martin Luther King, Jr. y Robert F. Kennedy, sumados a la barbarie de la policía antidisturbios, entró en una depresión aguda y se vio progresivamente afectado por un trastorno bipolar, agravado por un severo caso de alcoholismo. También su implicación política y su amargura existencial le causaron graves problemas, siendo detenido en Uruguay en una convención política en 1971 y nuevamente en Argentina. De gira por América del Sur conoció al cantante chileno Víctor Jara y se hicieron buenos amigos.

El golpe militar de Pinochet derrocó a Allende en 1973. Con el presidente Allende ya muerto, Jara, junto con miles de otras víctimas sospechosas de activismo, fue llevado a un inmenso estadio donde permaneció detenido y torturado durante 4 días. Lo mantuvieron en un pasillo en el sótano bajo estrecha vigilancia. Al quinto día fue conducido de nuevo arriba hasta el estadio, donde los soldados le golpearon brutalmente y destrozaron sus manos con las culatas de los fusiles. Los guardias golpistas se burlaban de él diciéndole “¡Canta ahora, si puedes!”. Entonces se le ordenó cantar. Jara se puso en pie con las manos ensangrentadas y condujo a otros miles de prisioneros a cantar con él el himno del partido de la Unidad Popular de Allende. Luego lo acribillaron en los pasillos del subterráneo, junto con el director de la Compañía de Ferrocarriles del Estado. Su cuerpo fue arrojado a unos arbustos cerca del Cementerio Metropolitano y encontrado 3 días más tarde con 44 incrustaciones de bala. Las noticias partieron el corazón de Ochs y nublaron su mente. Se volvió loco, pero todavía fue capaz de recuperar parcialmente la voluntad y puso su alma y su entendimiento al servicio de otra noble causa organizando “Una noche con Salvador Allende”, un acontecimiento que reunía a un grupo de artistas autodenominados Amigos de Chile en la celebración de un singular Concierto Benéfico. Invitó a Bob Dylan a tomar parte en el evento, que tuvo lugar en el Felt Forum de Nueva York. Aunque ambos estaban tan borrachos durante el espectáculo que apenas podían cantar a veces, el concierto fué todo un éxito gracias a la participación de Dylan. De hecho, también fue la primera vez que la gente anunciaba públicamente que la CIA había estado probablemente detrás del golpe militar en Chile, planificado y financiado por el gobierno de Nixon.

Bob Dylan and Phil Ochs May 9, 1974 Friends of Chile Benefit New York

Phil Ochs & Bob Dylan at Friends of Chile Benefit Concert May 9th, 1974

Por desgracia, durante su visita a África en 1973, fue agredido por un ladrón, que lo estranguló dañando sus cuerdas vocales.

Todavía ofreció un par de conciertos más, sin embargo, e incluso llegó a formar parte de la Rolling Thunder Revue de Bob Dylan por un breve período de tiempo. Según se afirma, fue filmado interpretando cuatro canciones para “Renaldo y Clara”; Un metraje que nunca llegó a ser utilizado en el montaje final de la película de Dylan.

Al volver a casa su comportamiento se volvió cada vez más errático. Alarmaba a los amigos con delirios paranoides acerca de complots de la CIA contra él [Aunque en eso no iba totalmente descaminado, ya que más tarde fueron encontradas grabaciones realizadas por el FBI como parte del expediente de investigación correspondiente]. Hubo incluso un momento en que llegó a desvariar hasta el punto de inventarse una identidad alternativa, haciéndose llamar por otro nombre durante meses. Durante ese tiempo vivía en la calle, diciendo que había matado a Phil Ochs y había suplantado su identidad.

Al final, en 1976, lo hizo: Mató a Phil Ochs. Se ahorcó con un cinturón en la casa de su hermana en Far Rockaway, Queens, en Nueva York. Tal vez nunca llegó a ver esa “tierra joven con tantas razones para…”, pero fue capaz de mostrarnos un país destrozado por las bombas y las ruinas de los edificios una vez tan altos; Y de sembrar en nosotros la esperanza de que un día esa tierra joven, donde podríamos vivir en paz, se nos mostraría a los mortales que miramos al mundo con ojos limpios… Allí, si la suerte nos acompaña, tal vez vayamos, tú o yo.

El Coleccionista Hipnótico

Bibliografía:

Mirriam-Goldberg, Caryn (7 de Febrero de 2016) In Praise of Phil Ochs: Everyday Magic, Day 887. Consultado el 7 de Abril de 2016 en https://carynmirriamgoldberg.com/2016/02/07/in-praise-of-phil-ochs-everyday-magic-day-887/

Goldberg, J.J. (10 de April de 2016) Remembering Phil Ochs, the Other Great Jewish Folksinger of the ’60s. Consultado el 13 de Abril de 2016 en http://forward.com/opinion/338253/remembering-phil-ochs-the-other-great-jewish-folksinger-of-the-60s/

Eder, Bruce (Abril de 2016) Phil Ochs. Artist Biography by Bruce Eder. Consultado el 19 de Abril de 2016 en http://www.allmusic.com/artist/phil-ochs-mn0000333634/biography

Wikipedia (última modificación el 13 de Abril de 2016) Víctor Jara. Consultado el 19 de Abril de 2016 en https://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADctor_Jara

Délano, Manuel (6 de Diciembre de 2009) La Muerte Lenta De Víctor Jara. Consultado el 20 de Abril de 2016 en http://cultura.elpais.com/cultura/2009/12/05/actualidad/1259967604_850215.html

The Doors (Version en Castellano)

Asistí hace unos días con mi grabadora al último concierto hasta la fecha del cantautor Español Iñigo Coppel en la sala Galileo Galilei. Afortunadamente tuve ocasión de registrar el audio de la mesa de mezclas y mientras lo escuchaba al día siguiente para separar la grabación en pistas, presté atención a una nueva canción de las suyas, recientemente escrita, que dedica a una mujer a la que vio junto a la tumba de Jim Morrison durante una visita al cementerio de Père Lachaise en Paris. Al parecer ella escribía un poema y en su mano una flor acariciaba el nombre en la piedra del mítico artista. Aquello le inspiró esa canción, bella y melancólica, por cierto. Y eso fue lo que me proporcionó la idea para iniciar este artículo que hoy dedico a The Doors, el álbum homónimo de la banda y primero de su discografía, grabado en Agosto de 1966 y publicado en Enero de 1967.

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Era yo un adolescente de 16 años y aquella tarde celebrábamos una fiesta entre amigos en casa de alguno de nosotros, los colegas habituales. El hermano de alguno había viajado recientemente a los Estados Unidos y adquirió allí el álbum que nos ocupa, que nuestro amigo trajo consigo para satisfacción nuestra, tomándolo prestado, puede que sin permiso. Naturalmente, el LP no estaba aún disponible en España, por lo que fue un autentico lujo para todos nosotros tener la oportunidad de escucharlo y bailar a su ritmo. Mientras escuchábamos “Light My Fire”, como hechizados bajo el influjo del teclado de Ray Manzarek, alguien apagó la mayor parte de las luces. A medida que el disco giraba en el plato del tocadiscos nosotros bailábamos en la penumbra cada vez más enfebrecidos. “Crystal Ship” sonaba como un réquiem, aparentemente escrita para una ceremonia funeraria, pero era preciosa y contribuyó a hacernos entrar en trance. Cuando el solo de órgano de la última pista comenzó a sonar ya nos sentíamos como si estuviéramos en un viaje a una tierra desconocida. Los magnéticos, desconcertantes acordes de “The End” causaron un efecto hipnótico en todos nosotros. A medida que avanzaba la canción fuimos abducidos, arrastrados a otro nivel mental diferente, como si hubiéramos tomado drogas o algo así, que por supuesto no era el caso. Nos sentíamos como en ácido, aunque ni siquiera habíamos bebido alcohol, probablemente. No sabíamos por qué, pero nos abandonamos al mantra de aquella música embriagadora. Y bailamos hasta el final como zombis, compartiendo el mismo sentimiento, disfrutando juntos esa experiencia inolvidable.

Me pregunto por qué sucedería aquello y eso me hace pensar en el poder de la mente y el papel de la música y de las artes en general. Éramos muy jóvenes, eso es cierto, y desde luego, estábamos en plena era psicodélica, pero no era solo eso, había también una sensación de libertad que infundía el sonido y la forma en que el vocalista cantaba y pronunciaba aquellas palabras al compás de ese ritmo, con aquella armonía, lo hacía todo nuevo y provocativo. Lo que quiero decir es que su música, especialmente los riffs del órgano de Ray Manzarek acompañando a la audaz interpretación de Jim Morrison, nos permitió liberar nuestra mente y adentrarnos más profundamente en un mundo desconocido de algo que estaba prohibido para nosotros. Tuvimos la sensación de que las drogas podrían permitirnos cruzar la barrera entre la consciencia y el subconsciente y nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo sin ellas. Eso supuso un liberación, una renuncia a nuestros prejuicios sin llegar del todo a introducirnos en un mundo pecaminoso a nuestro entender que habría sido un enorme obstáculo para nuestro sentido de la dignidad y el concepto de degradación que habría podido significar para nosotros el abuso de sustancias tóxicas a esa temprana edad.

No teníamos todavía la menor idea acerca de la actitud rebelde de Jim Morrison, pero su particular sentido de la libertad y su voluntaria transgresión de la moral convencional, que le llevó a provocar diversos escándalos en los escenarios, tales como el tristemente famoso incidente en el Ed Sullivan Show, trascendió, obviamente, el trabajo fonográfico y logró alcanzar nuestra todavía tierna sensibilidad. Para aquellos de vosotros que no habíais oído nunca hablar del mencionado incidente en el programa de televisión de Ed Sullivan, aquí tenéis un breve resumen de lo acontecido:

Se advirtió a los Doors antes de la actuación de que no podían emplear en la televisión nacional, CBS, la palabra “higher” incluida en un verso de “Light My Fire”,

‘You know that it would be untrue
You know that I would be a liar
If I was to say to you
Girl, we couldn’t get much higher’

Así que, ellos lo aceptaron, pero Morrison decidió que era parte integral de la canción y acordaron no cambiar una sola palabra, así que la cantaron tal cual, de todos modos. Aquellos shows eran en directo por aquél entonces. Después de su actuación los productores se precipitaron en el vestuario, Sullivan echando espuma por la boca, y les dijeron que nunca más podrían aparecer de nuevo en un programa de la CBS. Se les prohibió volver al espectáculo. Su primera y última actuación.

Según los informes, Jim Morrison respondió al rechazo de los productores en un tono desafiante, “¡Oye tio,  ya está, ya hemos ‘hecho’ el Sullivan Show!”

Una amiga me comentó que, aun siendo diferentes circunstancias, la reacción de Ed Sullivan le recordaba a Pete Seeger con un hacha tratando de cortar los cables en el Newport Folk Festival en 1965 con el fin de abortar el sonido (ellos lo llamarían “ruido”) que salía de las guitarras eléctricas e instrumentos de Dylan y la Butterfield Blues Band. Tal vez no del todo similar, pero se podría decir que tenía que ver con el mismo tipo de intolerancia.

Por supuesto, la rebeldía de Jim Morrison era probablemente algo que nos pareció seductor y hasta, en cierto modo, embriagador. Sus actuaciones mostraban ese deseo urgente de comerse el mundo, devorando la vida a cachos.

No sabíamos nada de él entonces. Pero ahora sabemos que era un niño con una enorme imaginación e ideas un tanto oscuras. Por alguna razón tenía una cierta afinidad con el lado oscuro de la vida. De todos modos, pronto se convirtió en un joven díscolo que creció influenciado por Nietzsche y la corriente existencialista de la Generación Beat. Algo que era probablemente el signo de los tiempos.

Jim se graduó en la escuela de cine de UCLA, donde conoció a Ray Manzarek. El joven Morrison ya escribía letras brillantes inspiradas en Rimbaud y llenas de imágenes imbuidas del surrealismo de Antonin Artaud. Su compañero de clase, Ray, pensó que sus letras eran excelente material rock y no tardó mucho tiempo en convencer a Jim de que deberían formar una banda de rock. John Densmore se unió a ellos inmediatamente y Krieger se sumó más tarde a la formación.

Muy pronto grabaron su primer álbum, logrando un merecido reconocimiento a nivel nacional después de firmar con Elektra Records en 1967.

El álbum era una fascinante introspección dentro del mundo psicodélico. No sabía yo que el nombre del grupo era una referencia a la noción de abrir las puertas de la percepción a través del consumo de alucinógenos, pero parece ser cierto. La idea surgió del libro de Aldous Huxley “Las Puertas de la Percepción”, que estaba a su vez inspirado en una frase de “El Matrimonio Entre el Cielo y el Infierno” de William Blake, que decía así: “Si se despejaran las puertas de la percepción todo aparecería al hombre tal y como es, infinito”.

Y, ciertamente, su música sonaba infinita para nosotros. No sabíamos lo que estaba pasando, no sabíamos nada en absoluto. Pero estábamos allí hechizados, cada vez más implicados en el signo de los tiempos, seducidos por la propuesta de un mundo abierto, visto desde una perspectiva diferente, con una mente abierta. Era como ser repentinamente consciente de que hay otros mundos pero están en éste. Nunca pude olvidar la forma en que ese disco me impresionó, cómo esas canciones causaron en mí un profundo impacto y por consiguiente en la vida que vivíamos en aquél tiempo.

Pienso en lo que The Doors representan en la evolución de la música y cómo influyeron en jóvenes como nosotros, cómo nos sentimos conmovidos por el ritmo y la armonía de su trabajo con el temperamento rebelde y salvaje de Morrison. Incluso parecían reivindicar una cierta libertad de expresión a pesar de su atractivo comercial. Estábamos, más que inducidos, impregnados de aquél existencialismo de andar por casa que asimilamos fácilmente, sin mucha consciencia de a dónde nos conduciría. Aunque sin duda nos ayudó a iniciar un camino a través de lecturas sugeridas con las que instintivamente estuvimos de acuerdo. Sería un camino que recorreríamos totalmente conscientes de a dónde nos dirigíamos.

El LP fue un gran acierto. “Light My Fire” se convirtió en uno de sus grandes éxitos, especialmente a través de la versión de José Feliciano, que proporcionó a la canción una enorme popularidad. Aunque supongo que el hecho más relevante fue la inclusión de “The End” en la banda sonora de “Apocalypse Now”, lo que ayudó a difundir su trabajo conceptual más significativo, convirtiéndoles en una de las bandas más célebres de la historia del rock.

Sin embargo, tanto como su propio talento como compositor, fue la controvertida figura de Jim Morrison y su carácter audaz, junto con el drama que rodeo su vida y su muerte, lo que acabó garantizándole el derecho a ser considerado una de las estrellas del rock más emblemáticas de la historia. Era bien conocida su dependencia del alcohol y su adicción a la heroína, así como el uso frecuente de alucinógenos, pero su poesía improvisada a ritmo de rock siempre podía redimirle. En una ocasión fue detenido por mostrar sus atributos masculinos en el escenario en un lamentable concierto en New Haven, CT. Tal incidente apareció en la película de Oliver Stone, “The Doors”, lo que no hizo otra cosa que reforzar el mito. Su muerte en París en extrañas circunstancias al parecer debido a una sobredosis de heroína, aunque ese dato nunca se ha verificado, finalmente contribuyó a la leyenda.